martes, 23 de junio de 2009

Epidemias y Literatura extraña relación

La noción de enfermedad siempre ha estado asociada con la idea del daño interno o externo al cuerpo que puede desembocar en la muerte. Observando las últimas imágenes sobre la presencia del virus AH1N1 o comúnmente llamada gripe porcina, donde multitud de gente se agolpa en los hospitales buscando saber si tienen la enfermedad, las personas cubiertas sus rostros con mascarillas en distintos lugares públicos junto a otras que no las tienen, dan una visión en muchos casos surrealista y atemorizante.

El arte y sus distintas manifestaciones sea literatura, cine, pintura etc. han reflejado desde diversas aristas el impacto de las epidemias sobre el ser humano, mostrando lo mejor y lo peor de los hombres frente a algo que no pueden ver ni percibir y que los llena de terror, es por ese motivo que entre arte y enfermedad se encuentra una relación unívoca que se remonta desde tiempos antiguos.

En literatura podemos rastrear esa simbiosis desde los tiempos bíblicos, en los textos del Antiguo Testamento en el libro de Exodo, cuando Dios por intermedio de Moisés envía las plagas a Egipto para liberar al pueblo de Israel de su yugo, entre las plagas estaban la peste y las úlceras. Luego el tema sería retomado en el libro del Apocalipsis de Juan en donde se menciona al cuarto jinete que tenía la potestad para exterminar a la cuarta parte de los habitantes de la tierra por medio de la espada, las fieras y la peste.

Enfermedad y muerte adquieren tintes de religiosidad, la peste es un simbolismo de castigo divino por los pecados del hombre en la tierra y toma fuerza en la época medieval durante la expansión de la peste negra que causó la muerte de millones de personas en Europa, esta sirve de marco para dos obras literarias básicas en la historia de la literatura, El Decameron de Boccaccio (1353) y Los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer (1378) , colección de cuentos narradas por personas que huyen de una tierra asolada por la peste y que pasan el tiempo contando pequeñas historias cargadas de humor y picardia, el director Pier Paolo Passolini dirige dos obras maestras inspirándose en estas obras.

Alejándose de ese ambiente distendido de la literatura el pintor, Pieter Brueghel ilustra esa época oscura con obras con fuerte contenido tenebroso como La danza de la muerte.

En la época moderna, la búsqueda de explicación de las epidemias va poco a poco alejándose de ese tinte religioso y comienza a florecer el debate entre razón y religión, y eso se plasma en distintas obras literarias. Daniel Defoe, el autor de Robinson Crusoe, nos trae la obra Diario del año de la peste (1772), un relato cruel y descarnado de los estragos causados por la bubónica en la ciudad de Londres en el año de 1665, el escritor británico no escatima detalles al describir el horror que asola la ciudad y que la llena de cadáveres. Obra narrada en forma de una crónica periodística pone en el tapete reflexiones filosóficas sobre el origen de la enfermedad.

Durante el siglo XIX y XX en pleno apogeo del racionalismo y los avances científicos, una mujer con inquietudes literarias, Mary Shelley, escribe una novela premonitoria titulada El último hombre (1826), obra sobrecogedora que narra la expansión en el año 2070 de un extraño virus por toda Europa, provocando la desaparición de la raza humana, en medio de ese escenario apocalíptico solo un hombre logra sobrevivir y cuenta la terrible historia, novela llena de simbolismos políticos y filosóficos es junto con Frankenstein la iniciadora del genero de ciencia ficción.

El siglo XIX es el boom de las novelas vampíricas como Drácula, Carmilla y otras, los críticos ven en esas obras metáforas sobre enfermedades como la peste o el sida en la actualidad, que contaminan la sangre y que llevan a la muerte en vida.

Pero es el relato de Shelley que sirve de base para el llamado subgenero apocalíptico del que se nutre la ciencia ficción. Las enfermedades en el futuro se convertirán en plagas que amenazan la existencia de la humanidad reemplazando a seres de otros planetas.

Obras como Soy leyenda (1954) de Richard Matheson, son ejemplos de lo que la Sci Fi nos depara sobre el futuro del ser humano, narración sobre una plaga letal y desconocida que convierte a las personas en vampiros, el protagonista , único sobreviviente es inmune al mal y se dedica a matar a los infectados. La obra de Matheson ha sido llevada al cine en tres ocasiones, ninguna ha podido igualar en calidad a su original literario.

En La peste de Albert Camus (1947), novela que se aparta del genero de la ciencia ficción, plantea un dilema moral y un enfrentamiento entre la razón científica y la fe cada una de ellas representadas en un médico y un sacerdote que buscan ayudar a las víctimas de una epidemia en una ciudad de Argelia.

La novela Muerte en Venecia (1912) del alemán Thomas Mann, recrea los últimos momentos de la vida de un intelectual otoñal que ve en un joven polaco ese oscuro objeto de deseo que lo lleva a la muerte víctima del cólera.

La visión de José Saramago, en su novela Ensayo sobre la ceguera (1995) es bastante pesimista sobre la naturaleza humana frente a la enfermedad. Una plaga de ceguera hace brotar los instintos más primitivos del ser humano convirtiéndolo en un depredador, donde solo unos pocos conservan su condición de hombres.

También podría ubicarse en esta categoría la última novela de Corman Mccarthy titulada La carretera, sobre la desolación del planeta después de una guerra nuclear y donde un padre y su hijo tienen que luchar por su supervivencia en una tierra infestada de caníbales.

Gabriel García Marquez nos relata una historia de amor imposible teniendo como escenario una epidemia de cólera ocurrida en 1849 en Cartagena de Indias, en su novela Amor en los tiempos del Cólera (1985).

El escritor ambateño Luis A. Martínez en su novela A la costa (1904) novela precursora del realismo social en el país que trata sobre la migración serrana al trópico después del triunfo de la Revolución Liberal y en la que uno de los protagonistas, Salvador muere en una epidemia de malaria.

A pesar de los avances de la medicina y de la tecnología que permiten al hombre tener una actitud de superioridad y soberbia , las enfermedades representadas por esos microscópicos virus y bacterias son lo suficientemente peligrosas en algunas circunstancias que hacen tambalear el sólido edificio en que se haya asentada esa soberbia y demuestra lo frágil que puede ser el equilibrio que el hombre ha construido.

No hay comentarios: